En ese manifiesto, destacan la interacción de Rangel Mendoza con los delincuentes, como su propio dicho de que el 30 de enero viajó a La Primavera, en Tlacotepec, donde se iba a reunir con un capo, pero la presencia del Ejército se lo impidió.
El 7 de febrero, en entrevista televisada, dijo que el gobierno debería dialogar con los narcos para “simplemente delimitar territorios”; ese mismo día, se publicó un video donde se muestra al obispo agradeciendo el regalo de un anillo diamantado, un báculo y un pectoral de plata en la iglesia de Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango, “territorio donde opera el grupo criminal Los Ardillos”.
También se señala que el propio obispo habría revelado que ordenó a dos sacerdotes “que se dedican a esta actividad ilegal”, por lo que podrían ser, como Iglesia, “los grandes aliados” del grupo criminal.
El manifiesto leído critica que el obispo pide castigo para los criminales de los dos sacerdotes asesinados recientemente, pero no les ofrece el perdón como el que pide para los capos de la sierra; oficia misas para los narcotraficantes pero se las niega a las víctimas de las desapariciones; y afirma que se siente más seguro con los narcos que con las autoridades.
Sin embargo, cuando se les preguntó qué exactamente era lo que estaban pidiendo con este posicionamiento, si alguna sanción contra el obispo, solo dijeron que expresaban su rechazo en general contra la intromisión del clero en los asuntos que competen al Estado.