Es lo que sucedió en Brasil, cuya población hoy debe decidir entre la izquierda del Partido de los Trabajadores, de Luis Inácio Lula da Silva, y la extrema derecha hitleriana de Jaír Bolsonaro. Ahí, por lo visto, la izquierda se tomó más tiempo del que la gente pudo esperar para la solución de la desesperante inseguridad y de la miseria.
Tal vez no podía ser de otra manera; tal vez era imposible resolver ambos problemas en menos tiempo; el caso es que ese hecho y varios errores del PT fueron aprovechados por la derecha brasileña para desplazar a la izquierda del poder, pero no para solucionar los problemas de la gente, sino para continuar el modelo de enriquecimiento de unos cuantos a costa de la pobreza de las mayorías. Así las cosas, todo parece indicar que hoy Brasil optará por la opción catastrófica, por el despeñadero al que puede conducirlo un ultraderechista delirante.
¿Cuán lejos puede estar México de una situación así? La gestión de López Obrador en cuanto a procurar seguridad pública y justicia podría ser, por decirlo de algún modo, la última oportunidad que el pueblo de México le da a la izquierda para dar solución al problema.
Si no diera resultados, la población podría optar entre defenderse por sí misma –lo cual implicaría armarse– y votar por una posible oferta de la ultraderecha que acecha agazapada en espera del momento propicio para disputar el poder. n