Un gobernador, José Francisco Ruiz Massieu, reprochaba a sus colaboradores que “se hicieran guajes”. Él se los decía con otras palabras, quizá no elegantes, pero muy certeras.
Entonces, y ahora, porque los “estorbantes” siempre han estado ahí, incrustados en las oficinas del gobierno, no se han ido, los aficionados a mecerse y roncar en la hamaca son un lastre que hay que arrojar fuera de la nave en estos tiempos de peligrosas marejadas políticas.
El gobernador del estado, Héc-tor Astudillo Flores, a dos años de haber asumido el timón de la descontrolada embarcación que era Guerrero, seguramente ya tiene una idea clara de quiénes funcionan y quiénes no, para estar a la altura de los reclamos populares, que hoy son incontenibles.
Los colaboradores del gobernador deben entender que no sólo se trata de estar en la oficina dizque haciendo la chamba. Deben defender con convicción las ideas de este gobierno, sus objetivos, sus acciones.
Sí van a la radio y a la televisión, y aparecen en los medios impresos, pero se han limitado a hablar del área que les corresponden.
La activista Yndira Sandoval expresó que había sufrido una violación del Estado, y ningún funcionario, ni siquiera de la Secretaría de la Mujer o las flamantes diputadas de su partido, el PRI, salieron al paso.
Del homicidio de Ranferi Hernández, ex dirigente estatal del PRD, se dijeron también muchas cosas: que en Guerrero hay persecución y linchamiento en contra de luchadores sociales, y que no se ve un combate antidelincuencia. Ni por una rejilla alguien asomó la cara.
Y habrá más andanadas en contra del Ejecutivo estatal en la medida en que se acerquen las elecciones de 2018. Espérense. n
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